Época: Civilización helenís
Inicio: Año 323 A. C.
Fin: Año 316 D.C.

Antecedente:
Acontecimientos políticos. La sucesión



Comentario

La muerte de Alejandro mostró hasta qué punto en los ejércitos griegos y en los pueblos sometidos tenía vigencia el carácter carismático de su poder personal. Aunque la rebelión de los soldados establecidos como colonos en las Altas Satrapías, bases del reino greco-oriental de la Bactriana, estuviera fundamentada en razones reales, relacionadas con su falta de adecuación a la nueva situación, alejada de la polis, lo cierto es que sólo las noticias sobre la muerte del Rey sirvieron de estímulo para que se materializaran en un movimiento de este tipo. El final de Alejandro se interpretaba como el final de la capacidad de control del sistema estatal. De hecho, no fue así y el movimiento fue controlado, aunque en otros aspectos los resultados políticos respondieran a esa imagen, dado que sin Alejandro el reino no permaneció como un estado unitario.
De un modo parecido puede interpretarse lo que ocurrió en Atenas en el año 323, donde se inicia el movimiento de rebelión conocido como guerra Lamíaca. La hazaña cobró un aspecto eminentemente individualista, síntoma de las realidades en que va desembocando la estructura de la polis, sólo sustentada ya en jefes militares, en este caso Leóstenes, apoyados en ejércitos mercenarios, orientados en un sentido cada vez más difícil de distinguir de aquél que trataban de evitar. En el interior, la ciudad se convirtió en escenario de la lucha política de las fuerzas contrapuestas representadas por personajes como Foción e Hipérides. La derrota trajo como consecuencia la imposición de una guarnición por parte de los macedonios para apoyar el gobierno de la oligarquía. De este modo, Grecia resulta pacificada y sólo quedan movimientos de resistencia en Etolia. Los problemas sólo permanecen entre los mismos diádocos, sucesores en diversos campos del mando de Alejandro.

En efecto, tras derrotar a Crátero en Asia en 321, no pudo hacer lo mismo con Ptolomeo y sus propios soldados se volvieron contra él. Sólo la victoria garantiza la lealtad de las tropas. Antípatro, en cambio, será en Triparadiso el nuevo epimeletes de los reyes con poderes autocráticos. Su objetivo será la lucha contra Éumenes, que inicialmente se ha situado junto a Perdicas, representante de la tendencia orientalizante frente a la macedónica. Pero Antígono, encargado de la ejecución de esa lucha, se sitúa cada vez más en el mismo lado orientalizante.

Cada vez se define más claramente el partido tomado por Antípatro y, a su muerte, por su hijo Casandro, como opuesto al representado por Antígono. Casandro había sido primero el quiliarco de Antígono, situado allí por Antípatro, pero, a la muerte de éste, entra en competencia con Poliperconte, nombrado epimeletes, que proclama la libertad y autonomía de las ciudades griegas. Si por un lado esto significa tan sólo un modo de ganar adhesiones en Grecia, sin embargo, en la práctica representó el ambiente que permitió la revolución democrática en Atenas donde se llevó a cabo el juicio y la condena de Foción. La democracia duraría hasta el año 317, en que la victoria de Casandro sobre Poliperconte trajo consigo la instauración del régimen censatario, bajo la tutela de Demetrio de Fálero. Se dice que entonces se llevó a cabo un censo en Atenas en el que constaba la existencia de cuatrocientos mil esclavos, cifra que los historiadores suelen considerar inverosímil, pero que tal vez refleje, no en números exactos, el proceso de deterioro de la polis como comunidad de hombres libres.

Poliperconte ha nombrado entre tanto a Éumenes jefe del ejército real en Asia, para luchar contra Antígono, pero es éste el que resulta vencedor. Casandro es ahora el dueño de Macedonia y Grecia y se enfrenta a Olimpia, que muere en 316 acusada de haber matado a Filipo. El joven Alejandro es hecho prisionero. El siguiente paso será la formación de la realeza helenística.